Información general | Pasajeros en fuga
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Subtes vacíos
El último informe del Observatorio de Tarifas y Subsidios del IIEP (UBA-CONICET) reveló una caída del 40% en la cantidad de pasajeros pagos transportados en el subte porteño. Entre los principales factores que explican esta caída se destacan el avance del teletrabajo y el aumento del precio del pasaje, que lo vuelve menos competitivo frente al colectivo. Para otro centro de estudios, el Centro de Estudios Metropolitanos (CEM), la principal causa de esta caída no es solo el cambio de hábitos por el teletrabajo, sino una "política tarifaria expulsiva" implementada por el Gobierno porteño. Por Joaquín Ramírez Souto Buenos Aires, 27 de junio de 2025. El informe señala que la disminución en la demanda comenzó a consolidarse desde mayo de 2024, en coincidencia con los incrementos tarifarios que se aplicaron en el sistema. Actualmente, el boleto mínimo del colectivo en jurisdicción nacional cuesta $397 en junio, con una proyección de $425 para julio. En cambio, el pasaje del subte asciende a $963 y se estima que llegará a $997 el mes próximo.
Otro informe señala que el sistema de subterráneos de Buenos Aires enfrenta una crisis sin precedentes, habiendo transportado en marzo de 2025 apenas el 54% del volumen de pasajeros que movilizaba en marzo de 2019, antes de la pandemia de COVID-19. Esta tendencia es decreciente año a año, lo que posiciona al subte porteño como el de peor desempeño en la región y un caso "dramático" a nivel mundial en cuanto a la pérdida sostenida de usuarios post-pandemia.
Según el informe del Centro de Estudios Metropolitanos (CEM), la principal causa de esta caída no es solo el cambio de hábitos por el teletrabajo, sino una "política tarifaria expulsiva" implementada por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCBA). Desde mayo de 2024, el viaje en subte cuesta aproximadamente el doble que el boleto mínimo de colectivo, un desincentivo explícito que va a contramano de su potencial y de la política tarifaria de las grandes ciudades del mundo. Históricamente, la tarifa del subte se mantuvo a la par o por debajo del colectivo, una relación que se rompió significativamente desde mediados de 2024.
El estudio argumenta que esta disparidad tarifaria incentiva a los pasajeros a elegir el colectivo o el auto particular, a pesar de que el subte es un medio de transporte masivo, de alta capacidad, que podría reducir la congestión vial y las emisiones de gases de efecto invernadero. A diferencia de Buenos Aires, ciudades como Helsinki han logrado recuperar cerca del 90% de sus pasajeros en el metro a principios de 2024, pese a tener altas tasas de trabajo remoto.
Además de la cuestión tarifaria, el informe señala el deterioro del servicio como otro factor clave en la fuga de pasajeros. Si bien el GCBA no publica indicadores de calidad, las líneas B y D, que históricamente fueron las más usadas, son las que muestran mayores pérdidas de pasajeros. Esto se atribuye a cierres de estaciones por obras, problemas de infraestructura, falta de material rodante y denuncias de déficit de limpieza y condiciones operativas. La línea D, por ejemplo, ha sido la que menos pasajeros retuvo tras un cierre por obras a principios de 2024, mostrando problemas en la recuperación de trenes y frecuencias.
Para recuperar a los pasajeros, el CEM propone como medida más urgente corregir el desfasaje tarifario con el colectivo. Asimismo, sugiere que la mejora de la infraestructura, la renovación de la flota (como la anunciada para la línea B) y la futura construcción de la línea F, aunque importante, deben ir acompañadas de una política tarifaria que incentive el uso del subte. El informe destaca que países como España y Alemania han reforzado sus subsidios al transporte público en la pospandemia, logrando que sus metros recuperen e incluso superen los niveles de pasajeros de 2019, como el caso de Madrid con una reducción del 50% en el costo del pasaje.
En conclusión, el CEM enfatiza que el subte no puede ser un "jugador secundario" en la estrategia de movilidad metropolitana y que es fundamental evaluar el funcionamiento integrado del sistema de transporte público para establecer estímulos que promuevan una distribución de pasajeros más sostenible, tanto ambientalmente como en términos de capacidad de transporte y tránsito en superficie.
El impacto de las tarifas recargadas
La última década (2015-2025) ha representado un período de transformación y desafíos significativos para el Subte de Buenos Aires, caracterizado por una compleja dinámica en la demanda de pasajeros y un incremento tarifario sin precedentes. Estos cambios han sido moldeados por el volátil contexto socioeconómico argentino y el impacto disruptivo de la pandemia de COVID-19.
La demanda de pasajeros alcanzó su punto máximo en el período pre-pandemia, específicamente entre 2018 y 2019, superando los 340 millones de viajes anuales. Sin embargo, el año 2020 marcó una caída drástica, con una disminución de hasta el 98% en ciertos períodos, reduciendo el total anual a aproximadamente 74 millones de usuarios. A pesar de una recuperación parcial en los años subsiguientes, la demanda en 2025 sigue transportando "poco más de la mitad" de los pasajeros registrados en 2019, lo que indica una persistente brecha en la recuperación del uso del servicio.
Paralelamente, las tarifas del Subte han experimentado aumentos exponenciales. Entre 2006 y 2019, la tarifa se incrementó en un 1900%, pasando de $1 a $19. Desde 2015, las subas han sido particularmente agudas, con un aumento del 260% entre diciembre de 2015 y febrero de 2019, y una proyección de incremento del 505% entre febrero y agosto de 2024. Esta escalada tarifaria ha alterado drásticamente la relación entre la tarifa pagada por el usuario y el costo técnico real del servicio, reduciendo la dependencia de los subsidios, pero generando una presión considerable sobre la asequibilidad del transporte para los ciudadanos.
Las observaciones de este análisis sugieren que la asequibilidad de la tarifa se ha convertido en un factor crítico que influye directamente en la demanda, afectando de manera más pronunciada a los segmentos de menores ingresos, quienes destinan una proporción creciente de su salario al transporte diario. Adicionalmente, la recuperación de pasajeros del Subte es notablemente más lenta en comparación con otros modos de transporte público, un fenómeno atribuible en parte a la consolidación del teletrabajo y a la percepción de seguridad en un entorno subterráneo. Por último, la inversión en infraestructura y material rodante es fundamental para mejorar la calidad del servicio y, por ende, atraer nuevamente a los usuarios, si bien los planes de extensión de la red han mostrado un estancamiento en los últimos años.
En este contexto, se recomienda evaluar un equilibrio tarifario que asegure la sostenibilidad financiera del servicio sin comprometer excesivamente la accesibilidad para los usuarios. Es imperativo continuar y acelerar las inversiones en modernización y mantenimiento de la red, y adaptar la oferta del servicio a los nuevos patrones de movilidad emergentes, como el teletrabajo, para fomentar una recuperación sostenida de la demanda.
El Subte de Buenos Aires, inaugurado en 1913, se erige como uno de los sistemas subterráneos pioneros en América Latina y una columna vertebral esencial para la movilidad urbana de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Este servicio de trenes subterráneos desempeña un papel crucial en la vida cotidiana de millones de residentes y visitantes, facilitando el desplazamiento desde zonas periféricas hacia el centro y constituyéndose como uno de los medios de transporte público más recurridos. La red actual abarca aproximadamente 60 kilómetros de vías y, en años recientes, ha transportado un promedio de entre 1.3 y 1.5 millones de pasajeros diariamente.
El contexto socioeconómico de Argentina y, por ende, de la Ciudad de Buenos Aires durante la última década, ha sido un factor determinante en la evolución del transporte público. Este período se ha caracterizado por episodios recurrentes de alta inflación, devaluaciones monetarias significativas y crisis económicas, particularmente notables en 2018-2019 bajo la administración de Mauricio Macri y en 2024-2025 con el gobierno de Javier Milei. Estas condiciones macroeconómicas han impactado directamente el poder adquisitivo de los ciudadanos y la estructura de costos operativos del sistema de transporte. A ello se sumó la irrupción de la pandemia de COVID-19 en 2020-2021, que impuso restricciones de movilidad sin precedentes, alterando drásticamente los patrones de uso del transporte público y acelerando tendencias como el teletrabajo, cuyas repercusiones aún se observan en la actualidad.
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