Cultura | 30 aniversario de su muerte

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Borges habitante de Buenos Aires

A tres décadas de su partida, Borges sigue presente en la ciudad que lo vio nacer y que inspiró gran parte de su obra. Una recorrida por los lugares que habitó y frecuentó se conjuga con una gran exposición de obras inspiradas en sus creaciones y obsesiones, inaugurada esta semana en el Centro Cultural Kirchner. Por Belén Sosa Buenos Aires, 17 de junio de 2016. El escritor argentino más reconocido en el mundo, y uno de los autores más destacados del siglo XX, nació en pleno Centro de la Ciudad de Buenos Aires en 1899. Al poco tiempo su familia se mudó al barrio de Palermo, donde vivió gran parte de su infancia.

Su estadía en Europa con su familia entre 1914 y 1921, para tratar la enfermedad de su padre, le permitió entrar en contacto con las vanguardias europeas y publicar en 1923, ya regresado a Buenos Aires, su primer libro de poemas, “Fervor de Buenos Aires”. Su prolífica obra, rica en ensayos breves, cuentos y poemas (se lo recuerda particularmente por sus libros de cuentos, como “Ficciones” y “El Aleph”, entre muchos otros), mereció el Premio Internacional de Literatura en 1961, compartido con el escritor irlandés Samuel Beckett, y el Premio Cervantes en 1980. Falleció en Ginebra, Suiza, en 1986.

La recorrida por los lugares emblemáticos de la Ciudad en la vida de Borges se inicia por el lugar donde se encontraba su Solar Natal, ubicado en la calle Tucumán 840. Si bien la vivienda ya no existe, allí hay una placa que la recuerda. Sigue por la Plaza San Martín y el departamento de la calle Maipú 994, 6° B, donde se mudó el escritor en 1944 y fue su residencia durante las décadas siguientes, así como la vecina Librería La Ciudad (en la Galería del Este), que frecuentaba regularmente. Cerca de allí se encuentra la antigua sede de la Facultad de Filosofía y Letras (Viamonte 340), en la que Borges fue profesor de Literatura Inglesa a partir de 1956.

Caminando hacia el sur por las calles Reconquista y, tras cruzar la Plaza de Mayo, Defensa, se puede llegar hasta el lugar donde funcionaba la antigua sede de la Biblioteca Nacional (México 564), de la que Borges fue director durante 18 años.

El circuito sigue hacia el barrio de Boedo, ya que allí se encuentra la Biblioteca Municipal Miguel Cané, reconocida por ser el primer lugar en el que se empleó el escritor y que conserva su escritorio y sus elementos de trabajo. Luego conviene dirigirse hacia Palermo, uno de los barrios que más influyó en la obra de Borges, para conocer la Casa de su infancia (ubicada en la calle Borges 2135), la Casa de Evaristo Carriego (Honduras 3784), donde se familiarizó con el mundo del arrabal y de los guapos (que atraviesa toda su obra) y el Museo Xul Solar, dedicado al pintor, uno de sus grandes amigos. Muy cerca de allí conviene visitar la jaula de los tigres del Jardín Zoológico, ya que Borges, siendo niño, sentía fascinación por estos animales, por lo que concurría asiduamente a verlos. El vecino Jardín Japonés recuerda también la admiración que profesaba el escritor por la cultura japonesa.

El destino final de esta recorrida es el barrio de Recoleta, donde se encuentran algunas viviendas que habitó Borges: en la calle Quintana 222 (en 1924) y 263 (entre 1943 y 1946), y en la Avenida Pueyrredón 2190, 5° piso (entre 1929 y 1939). Y para terminar, la Fundación Internacional Jorge Luis Borges (Anchorena 1660), creada por su viuda María Kodama y que alberga una colección de objetos que pertenecieron al autor.

Pero el universo de Jorge Luis Borges (1899-1986) sigue en expansión 30 años después de su muerte. Escritores, artistas plásticos, ilustradores, cineastas, matemáticos y físicos se inspiran en la obra del genio de las letras argentinas para abrir nuevos senderos, que se bifurcan una y otra vez, hasta el infinito.

80 ARTISTAS DIALOGAN CON LA OBRA BORGEANA

La exposición "Borges. Ficciones de un tiempo infinito", fue inaugurada el lunes pasado en el Centro Cultural Kirchner (CCK), el más grande del país. La muestra incluye objetos vinculados a su obra y su vida, pero también convoca a creadores que se inspiran en el universo borgeano. Un total de 80 artistas dialogan con la laberíntica obra borgeana a lo largo de 2.900 metros cuadrados, repartidos en 12 salas.

"Es una muestra que ojalá despierte a más lectores y que sorprenderá al erudito con un ángulo distinto. Aún los conocedores más exhaustivos de Borges van a encontrar aquí una página más", dijo el ministro del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, Hernán Lombardi, en la inauguración de la muestra.

Primeras ediciones de sus libros, traducciones a numerosos idiomas y anotaciones realizadas con la minúscula y cuidada caligrafía del autor de Ficciones forman parte de la exhibición. También cuadros de su amigo Xul Solar y de su hermana Norah, fotografías de los viajes que realizó en los últimos años junto a María Kodama, ilustraciones, películas e instalaciones contemporáneas.

Algunas piezas invitan también a jugar con ella, como la vieja máquina de escribir de Leo Núñez, que al teclearla proyecta palabras digitales en la pared y la gran pizarra de Diana Aisenberg, en la que los visitantes pueden escribir qué significa para ellos el color amarillo, el último que Borges vio antes de quedarse completamente ciego.

El artista plástico Leandro Erlich trasladó sus Ascensores de la feria ArteBA hasta el último piso de la antigua sede del Correo Central. "En lugar de su reflejo, uno encuentra el reflejo del otro. Además de una cierta situación laberíntica, que tiene mucho que ver con el imaginario borgeano, está la asociación y el vínculo con la idea del otro, sobre la que Borges también reflexionó", afirma.

Para la sala "Borges y el cine", el cineasta Andrés di Tella creó un Aleph cinematográfico con pequeños fragmentos en loop de las 17 películas de los años 30 y 40 que Borges reseñó para la revista Sur. En medio hay un viejo proyector, convertido en un fósil poético, mientras que alrededor podrán leerse, como si fueran haikus, parte de las 17 críticas del escritor. "Lo que Borges tomó del cine fue el montaje. Si ves los textos con los que empezó Historia universal de la infamia, es puro montaje. Roba una historia de acá, otra de allá, síntesis, elipsis, lo toma del cine de Hollywood de esa época", detalla.

La exposición, que se mantendrá hasta noviembre, irá creciendo con el paso del tiempo. En un par de semanas se inaugurará el Laberinto en papel de seda de Andrea Moccio, 400 metros cuadrados de curvas y contracurvas por las que perderse. La artista Marta Minujín dará vida a otra de las obsesiones borgeanas, el Minotauro, a partir de agosto. "Va a ser un Minotauro de diez metros interactivo que va a contestar respuestas aleatorias a las preguntas de la gente. Estará afuera, porque como este lugar es tan grande yo quiero un lugar aún más grande, que es el espacio abierto", anticipa Minujín, parapetada tras sus características gafas oscuras.

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