Información general | Comedores populares
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Un 25% más de asistentes
Como reflejo de la crisis alimentaria que se profundiza en la Ciudad como efecto del empobrecimiento generalizado, uno de cada cuatro asistentes a comedores populares comenzó a ir en el último año. El dato surge de un relevamiento reciente realizado por el Observatorio Social por la Inclusión, en conjunto con el propio gobierno porteño. El informe señala que la vulnerabilidad alimentaria “empeoró en el último año, acentuándose en los últimos seis meses”, obligando a muchas familias a reducir la cantidad de comidas diarias. Por Joaquín Ramírez Souto Buenos Aires, 19 de diciembre de 2025. La situación alimentaria en los barrios populares de la Ciudad de Buenos Aires atraviesa uno de los momentos más críticos de los últimos años. Un relevamiento reciente realizado por el Observatorio Social por la Inclusión, en conjunto con el propio gobierno porteño, reveló que el 25 por ciento de las personas que hoy asisten a comedores comunitarios comenzó a hacerlo en los últimos doce meses. El dato, presentado en la Legislatura porteña, confirma un deterioro acelerado de las condiciones de vida en los sectores más vulnerables y contradice los discursos oficiales del Gobierno nacional sobre una supuesta reducción de la pobreza. El informe señala que la vulnerabilidad alimentaria “empeoró en el último año, acentuándose en los últimos seis meses”, obligando a muchas familias a reducir la cantidad de comidas diarias.
El relevamiento se llevó a cabo principalmente en comedores de la Villa 21-24 de Barracas, aunque también incluyó espacios comunitarios de Flores y Retiro. En total, participaron 769 personas que respondieron una encuesta diseñada para medir el impacto de la crisis alimentaria en los hogares de menores ingresos. La presentación del informe contó con la presencia del director de Políticas Alimentarias porteñas, Facundo Ramírez, y de integrantes del Observatorio creado por la Misión Padre Pepe, una de las organizaciones comunitarias más activas en la zona sur de la Ciudad. También asistieron representantes del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y legisladores porteños, entre ellos Claudia Negri, vicedecana de la Facultad de Medicina de la UBA.
El propio jefe de Gobierno, Jorge Macri, había reconocido días antes la gravedad de la situación, al afirmar que en los comedores de la Ciudad “hoy se atiende a mucha clase media”. Sus declaraciones generaron impacto político, pero también funcionaron como un anticipo de lo que confirmaría el relevamiento: la crisis económica está empujando a sectores que históricamente no recurrían a la asistencia alimentaria a depender de ella para garantizar su subsistencia.
Los datos del informe muestran que el 65 por ciento de los encuestados asiste a comedores entre tres y cinco veces por semana, mientras que el 40 por ciento concurre a más de un comedor para poder completar sus necesidades básicas. Alicia, una de las encuestadoras que participó del trabajo de campo, relató durante la presentación que muchas personas “salen de un comedor y van a otro” para poder alimentarse, una imagen que sintetiza la magnitud del deterioro social en los barrios populares de la Ciudad.
El perfil de quienes asisten a los comedores también aporta información relevante sobre el impacto de la crisis. El 60 por ciento son mujeres, lo que refleja la carga desigual que recae sobre ellas en la tarea de garantizar la alimentación del hogar. En términos laborales, el 45 por ciento trabaja por cuenta propia y el 40 por ciento tiene empleo bajo relación de dependencia, lo que indica que incluso quienes tienen trabajo no logran cubrir sus necesidades básicas. La precarización laboral y la pérdida de poder adquisitivo aparecen como factores determinantes en el aumento de la demanda alimentaria.
Uno de los datos más alarmantes del relevamiento es que el 70 por ciento de los encuestados debió modificar su alimentación en el último año por falta de dinero. La mayoría declaró estar realizando solo dos comidas diarias, muy por debajo de las cuatro recomendadas para una nutrición adecuada. Los guisos y platos de alto rendimiento calórico pero bajo valor nutricional se convirtieron en la base de la dieta cotidiana. Cuando se les preguntó qué alimentos incorporarían si pudieran elegir, las respuestas más frecuentes fueron carne y lácteos, dos rubros que registraron fuertes aumentos de precios en los últimos meses y que se volvieron inaccesibles para gran parte de la población.
El informe también indagó sobre la situación de las personas que requieren dietas especiales debido a enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión o celiaquía. El 40 por ciento de los hogares encuestados declaró tener al menos un integrante con restricciones alimentarias, pero un 20 por ciento reconoció que no puede cumplir con las indicaciones médicas por falta de recursos. La Misión Padre Pepe, que cuenta con un comedor saludable adaptado a estas necesidades, advirtió que la demanda de este tipo de asistencia creció de manera sostenida durante el último año.
La crisis alimentaria no solo afecta la calidad de la dieta, sino también la economía doméstica. Muchas de las personas encuestadas señalaron que la asistencia alimentaria que reciben en los comedores les permite destinar sus ingresos a otros gastos esenciales, como el pago del alquiler, la compra de medicamentos o el transporte para ir a trabajar. En este sentido, los comedores funcionan como un sostén económico indirecto que evita que miles de familias caigan en una situación aún más crítica.
El relevamiento adquiere especial relevancia en un contexto en el que los movimientos sociales vienen denunciando desde hace meses la interrupción del envío de alimentos por parte del Ministerio de Capital Humano, a cargo de Sandra Pettovello. La falta de provisión nacional obligó a muchas organizaciones comunitarias a reducir porciones, limitar días de atención o depender exclusivamente de donaciones. Hasta ahora, estas advertencias habían sido desestimadas por el Gobierno nacional, que sostiene que la pobreza está disminuyendo. Sin embargo, los datos del Observatorio Social por la Inclusión y del propio gobierno porteño contradicen esa afirmación y muestran un panorama de creciente deterioro social en los barrios más vulnerables de la Ciudad.
El informe presentado en la Legislatura porteña se suma a otros estudios recientes que alertan sobre el aumento de la inseguridad alimentaria en el país. Organizaciones como Barrios de Pie y el Consejo Social de la Universidad Nacional de La Plata han documentado un incremento sostenido en la demanda de comedores y merenderos durante 2024 y 2025, así como el cierre de algunos espacios por falta de insumos o personal voluntario. Estos datos refuerzan la idea de que la crisis alimentaria no es un fenómeno aislado ni exclusivo de la Ciudad, sino parte de un proceso más amplio que afecta a los sectores populares de todo el país.
En este escenario, los comedores comunitarios se consolidan como un actor central en la contención social, pero también como un termómetro de la situación económica. El aumento del 25 por ciento en la cantidad de personas que comenzaron a asistir en el último año es un indicador contundente de la profundidad de la crisis. La presencia de sectores de clase media en estos espacios, tal como reconoció Jorge Macri, evidencia que el deterioro económico atraviesa fronteras sociales que hasta hace poco parecían más estables.
La continuidad de esta tendencia dependerá en gran medida de las políticas públicas que se implementen en los próximos meses. Mientras tanto, los comedores populares siguen siendo el último refugio para miles de familias que, en medio de la crisis, encuentran allí no solo un plato de comida, sino también un espacio de contención y comunidad.
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